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Las emociones son como la materia, no se destruyen, se transforman

Escrito por Universidad Alexander von Humboldt | noviembre 11, 2025

El duelo no solo llega con la pérdida de alguien, sino con cada cambio profundo que nos obliga a soltar y a transformarnos. Sanar no es olvidar, es aprender a vivir distinto.

El duelo no solo aparece cuando alguien ya no está presente; se manifiesta cada vez que una persona pierde algo que consideraba parte de su vida: una relación, un proyecto, una amistad, una etapa o incluso una versión de sí misma. Aunque suele asociarse con tristeza o vacío, el duelo es, en realidad, una respuesta natural del ser humano frente a cualquier cambio profundo.

A veces no se trata de olvidar, sino de aprender a vivir con lo que ya no está y con ese dolor; de aceptar que algunas historias no pudieron ser, que ciertos caminos se cerraron y que seguir adelante no significa dejar de sentir.

Se vive en una cultura que invita a evitar el dolor, a distraerse, a avanzar rápido, a “superar” todo sin mirar atrás. Pero sanar no consiste en huir del dolor, sino en aprender a escucharlo sin quedarse atrapado en él. El duelo no es lineal ni tiene un tiempo fijo. Hay días en los que parece que todo mejora, y otros en los que el peso vuelve con fuerza. En esos momentos, la resiliencia no se trata de sonreír a pesar de todo, sino de permitirse sentir sin perder la esperanza. La resiliencia ocurre cuando el dolor no destruye, sino que transforma; cuando la herida se vuelve comprensión y el vacío se convierte en espacio para lo nuevo. Como suele decir a sus estudiantes en clase: “Las emociones son como la materia, no se destruyen, se transforman”.

Es necesario ser responsables con las propias heridas. A veces, en medio de un duelo, las personas buscan aliviar el vacío acercándose a alguien nuevo, a un proyecto o a una rutina que distraiga. Pero sanar no significa reemplazar. Antes de vincularse nuevamente —ya sea con una pareja, una amistad o un nuevo propósito— es importante preguntarse si se está preparado para hacerlo sin utilizar eso que algunos llaman “anestesia emocional”.

Ser emocionalmente responsables implica reconocer las propias heridas antes de cada decisión, entender qué se necesita y qué se puede ofrecer. Porque cuando se evita el dolor personal, existe el riesgo de transferirlo. Sanar no es egoísmo; es una forma de cuidado hacia uno mismo y hacia los demás.

El duelo no solo duele, también revela. Muestra lo que se valora, lo que se necesita y, sobre todo, lo que se es capaz de reconstruir. Detrás de cada pérdida hay una oportunidad silenciosa de crecimiento. La resiliencia no borra el dolor, pero sí le da sentido.

A veces, la vida no se trata de evitar las caídas, sino de aprender a levantarse con un corazón más sabio. Y si en el camino se necesita ayuda, buscar acompañamiento psicológico no es un signo de debilidad, sino un acto de respeto hacia uno mismo y hacia quienes lo rodean.

Importancia de profesionales formados

Buscando aportar a estos retos planteados, la Universidad Alexander von Humboldt, en convenio con la Universidad CES, de Medellín, viene trabajando por posicionar sus posgrados en Psicología, en este caso, la Maestría en Clínica Psicológica; programas académicos diseñados para formar expertos en la comprensión y atención de personas. Estos profesionales adquieren las herramientas necesarias para acompañar procesos de duelo, crisis emocionales y transformaciones personales con un enfoque ético, humano y basado en la evidencia científica.

Su labor resulta fundamental para guiar a quienes enfrentan el dolor y la pérdida, ayudándoles a reconstruir su bienestar emocional y a encontrar sentido en medio de la adversidad. En una sociedad donde cada vez se habla más de salud mental, contar con especialistas en clínica psicológica no solo es una necesidad, sino un compromiso con la vida y con el equilibrio emocional de las personas y las comunidades.